I.
La competencia del maestro profesional o la importancia
de saber analizar las prácticas.
Marquerite Altet
Capítulo I 41- 48
En
Francia, la puesta en marcha de un sistema educativo de masas y la
consiguiente modificación que ello implicó para el público escolar, así como
la nueva Ley de Orientación sobre la educación (1989), que ubicó al “alumno
en el centro del sistema educativo”, produjeron una evolución en la
percepción de los roles del maestro.
Además,
el ministerio empezó a modificar sus sistemas de formación: la fundación del
Instituto Universitario de Formación de Maestros (IUFM) para crear un único
cuerpo de maestros, la importancia que fue adquiriendo la Misión Académica de
Formación de Profesores de la Educación Nacional (MAFPEN), la “prioridad” de
la formación continua (Bayrou, 1994); todo esto reflejaba la voluntad
institucional de desarrollar una “auténtica formación profesional” (Bancel,
1989) que permitiera construir una nueva identidad en términos de habilidades
y de un estatuto de “maestro profesional”.
La
constatación de este cambio institucional y social respecto de la
profesionalización de la enseñanza, en el sentido en que Perrenound (1993ª)
la define, como “el grado de avance que experimenta una transformación
estructural del oficio hacia una profesión”, nos incitó a desarrollar, en el
Centro de Investigación Educativa de Nantes (CREN, por sus siglas en francés),
algunas investigaciones sobre la profesión de maestro y sobre el proceso de
construcción de sus conocimientos y de sus habilidades profesionales.
Conclusiones
de una investigación realizada por la Dirección de Evaluación y Prospección
(DEP. Altet, 1993) para un estudio internacional de la OCDE sobre “la calidad
de los maestros”.
En
los seminarios de formación hemos invitado a maestros de todos los niveles a
reflexionar conjuntamente acerca de las habilidades necesarias para el buen
ejercicio de la profesión docente.
La
metodología empleada consiste en entrevistas semidirigidas a los maestros y
formadores, y en el análisis de sus opiniones sobre sus propias prácticas, a
partir de simulación de casos, o bien de análisis de situaciones pedagógicas
reales filmadas en video.
1. El modelo actual del maestro profesional.
Al
maestro profesional lo definimos como una persona autónoma dotada de
habilidades específicas, especializadas, ancladas en una base de
conocimientos racionales, reconocidos, procedentes de la ciencia (legitimados
por la academia), o de conocimientos explícitos surgidos de distintas
prácticas.
Y
cuando estos conocimientos proceden de prácticas contextualizadas, entonces
son conocimientos autonomizados y profesados; es decir, explicitados verbalmente
de forma racional, y entonces el maestro es capaz de rendir cuenta de ellos.
Así
pues, la profesionalización se constituye a través de un proceso de racionalización de los conocimientos puestos en práctica, pero
también por unas prácticas eficaces en
situación.
El
profesional sabe aplicar sus habilidades en acción en cualquier situación; es
“el hombre de la situación”, capaz de “reflexionar en acción” y de adaptarse;
calificado para dominar una nueva situación.
Admiramos
al profesional por su capacidad de adaptación, su eficacia, su competencia,
su capacidad de respuesta y de reajuste
frente a la demanda, al contexto, y frente a problemas complejos y
variados, y también por su “capacidad de rendir cuentas de sus conocimientos,
sus procedimientos, sus actos” y de justificarlos.
En
resumen, le pedimos que sea autónomo
y responsable.
Hemos
despejado a través de la historia (Altet, 1991) cuatro modelos distintos de
profesionalismos docentes (o “paradigmas” según Paquay, 1994) que han
dominado en ciertos periodos en Francia, y los modelos de formación que los
configuraron:
1) El maestro magister o mago: modelo
intelectualista de la Antigüedad que consideraba al docente como un maestro o
un mago que lo sabía todo y que no necesitaba una formación específica o de
investigación porque su carisma y sus habilidades retoricas bastaban.
2) El maestro técnico: modelo que surge con las escuelas normales; la formación
se basa en el aprendizaje imitativo de las prácticas del maestro
experimentado, quien transmite al estudiante sus procedimientos y sus
“trucos”; el formador es un practicante experimentado “modelo”; las
habilidades técnicas son dominantes.
3) El maestro ingeniero, especialista en aspectos técnicos: en este tercer
modelo el maestro utiliza las aportaciones científicas de las ciencias
humanas, racionaliza su práctica e intenta aplicar la teoría a la práctica.
La formación corre a cargo de teóricos especialistas del diseño pedagógico o
de la didáctica.
4) El maestro profesional, practicante reflexivo: en este cuarto modelo, la
dialéctica teoría-práctica es
sustituida por un movimiento de práctica-teoría-práctica;
el maestro se convierte en un profesional reflexivo capaz de analizar sus
propias prácticas, de resolver problemas y de inventar estrategias. La
formación integra las aportaciones de los practicantes y de los
investigadores, y pretende desarrollar en el maestro un enfoque de las
situaciones vividas de tipo acción-saber-problema al utilizar conjuntamente
teoría y práctica para que el maestro construya las capacidades necesarias de
metacognición y análisis de sus propias prácticas.
2. La especificidad de la profesión docente
El
maestro profesional es, ante todo, un
profesional de la articulación del proceso de enseñanza-aprendizaje en
situación; un profesional de la interacción de las significaciones
compartidas.
Hemos
definido la enseñanza como un proceso interpersonal e intencional, que
utiliza básicamente la comunicación verbal y el discurso dialógico con una
finalidad: como medios para provocar, favorecer y conseguir aprendizajes en
una situación determinada.
Es una práctica relacional con una finalidad
precisa (Altet, 1994), puesto que enseñar es hacer aprender, y la
enseñanza no existe sin su finalidad de aprendizaje; pero se trata de hacer
aprender mediante la comunicación y la adecuación a ciertos parámetros
situacionales.
El
maestro es un profesional del aprendizaje, de la gestión de las condiciones
de aprendizaje, y del control interactivo en clase.
La
dificultad del acto de enseñar radica en que éste no puede analizarse
únicamente en términos de tareas de transmisión de contenidos y de métodos
definidos con antelación ya que la comunicación verbal en clase, las
interacciones, la relación y la variedad de acciones en situación serán las
que permitirán, o no, que alumnos diferentes aprendan en cada intervención.
Nosotros
preferimos, en lugar del triángulo pedagógico maestro-alumnos-conocimiento,
un modelo dinámico con cuatro dimensiones, en interacción recíproca, en una
situación de enseñanza-aprendizaje: alumnos-maestro-conocimiento-comunicación.
3. Las habilidades y los conocimientos del
maestro profesional
Por
“habilidades profesionales” entendemos el conjunto de conocimientos,
procedimientos y el saber-estar, pero también el hacer y el ser necesarios
para el ejercicio de la profesión docente.
Vamos
a adoptar la definición de Anderson (1986) para quien las habilidades
profesionales son “los conocimientos, habilidades y actitudes necesarios para
el funcionamiento de las tareas y roles del maestro”; estas habilidades son
de orden cognitivo, afectivo, conativo y práctico.
El
saber es una noción polisémica, de la cual Beillerot nos da una definición
general que hacemos nuestra: es “lo que para un sujeto está adquirido,
construido, elaborado gracias al estudio o la experiencia”.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario