I.
Algunos cambios necesarios en las prácticas educativas.
En el discurso podemos afirmar que hay que respetar
al niño, que es un ser pensante.
Lo que los niños aprenden en cuanto a los
contenidos disciplinarios y lo que piensan acerca del aprendizaje, qué significa
aprender y para qué aprende, depende de la manera como la maestra lleve a
cabo la enseñanza y de su actitud frente al grupo en general y frente a cada
niño en particular.
Otro ejemplo en este mismo sentido, es la
necesidad que tiene el maestro de “dirigir la orquesta”.
Elegir, diseñar y proponer una situación es
responsabilidad de las educadoras, pero cómo realizarlas, cómo resolverlas,
es responsabilidad de los niños, es así como se comprometen con el
aprendizaje, es así como adquieren conocimiento.
Las únicas posibilidades que tienen los chiquitos
es echar mano de su conocimiento y sus experiencias, con las que cuentan en
ese momento, las ponen en juego porque han sido retados intelectualmente.
Desde esta perspectiva, independientemente del
éxito o no en la tarea resuelta por los niños, en los hechos lo que se le
está diciendo es que es un sujeto pensante y lo que se le pide es que muestre
todo lo que es capaz de hacer.
Entonces, lo que persiguen los nuevos
planteamientos para el preescolar es ahondar en el niño la valoración de su
propia capacidad.
Esta percepción de sus propias capacidades, sin
duda, fortalece la autoestima al mismo tiempo que propicia aprendizaje.
La intervención de la maestra no consiste en
resolverle el problema al niño sino, justamente, en ayudarle a resolverlo.
Pero también hay momento en que la maestra debe
ayudar efectivamente a que los niños superen las dificultades que enfrenta,
cuando estas dificultades se convierten en un obstáculo para su aprendizaje y
no pueden superarlas por sí mismos.
La educadora tiene que hacer muchas cosas; no se
trata de que solamente observe y sea “facilitadora”.
El hecho de que la educadora intervenga en estos
casos no le quita absolutamente nada al proceso de aprendizaje del niño.
II.
¿Un trabajo “bien hecho”?
Muchas educadoras tienen una preocupación porque
“el producto” del trabajo de los niños esté muy bien hecho y limpiecito, para
mostrárselos a los padres.
La parte más difícil en esta propuesta quizá sea
que la educadora sepa cuando no intervenir, porque por costumbre interviene
en cada momento, eso es lo que sabe hacer.
III.
El trabajo en equipo.
Hay otras cosas que los niños tienen que aprender,
como trabajar en equipo o trabajar con material. Trabajar en equipo es una
manera de organizar al grupo que tiene que ver con los procesos de socialización
del conocimiento que también propician aprendizajes.
Los niños pequeños pueden trabajar en equipos o en
parejas; al principio no es fácil, pero tienen que aprender a trabajar de
esta manera desde pequeños.
Una de las razones por las que los niños se resisten
a trabajar en equipo es desde luego, porque están aprendiendo de qué se
trata, pero si su maestra solamente toma en cuenta a un integrante los niños
se desesperan; trabajar en equipo no es un recurso para interactuar con seis
en lugar de con veinticuatro, es necesario que la educadora le dé oportunidad
a todos.
IV.
El uso de materiales.
Uno tiene que pensar para qué tipo de actividad va
a utilizar el material y dárselo a los niños para que lo usen como consideren
conveniente en la actividad que se les ha planteado. El material solamente
sirve para apoyar el razonamiento de los niños.
El material tiene que ser atractivo, pero debe
servir muchas veces, es algo que tiene valor didáctico, debe apoyar muchos
procesos de aprendizaje y por eso se hace el esfuerzo de hacerlo o pedírselo
a los padres.
V.
A modo de conclusión.
Es necesario apoyarlas con conferencias, con
artículos, con propuestas didácticas, etcétera, para desarrollar estos
contenidos. Pero si la educadora no está dispuesta a modificar su rutina, en
la cual las actividades centrales de los niños son pegar, recortar y
colorear.
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